No haces temblar a otro ser
5:53 p.m. Edit This 0 Comments »
Una despedida que ignora el hado final del día, uno típico como el de ayer; y como todos los otros días que transitan trashumantes sin cesar, frente a la muerte. Frente a una inmensa pila de muertos, que cada vez son más anónimos, ya que el fin de un respiro, de una vida, tiene la misma carga de importancia que la publicación de un cuasilibro de una joven, el mismo peso de atención de los medios por un producto para bajar de peso.
Cuantas muertes sabemos hoy, y no nos pesa, no nos quiebra, no nos afecta. Porque hoy si alguien es arrancado abruptamente de la existencia, ya no nos aflige, en perspectiva.
Somos millones de millones de humanos limo, respirando con sentido o sin él, y si es que alguno fenece como consecuencia natural del movimiento de la naturaleza; no se siente, no altera ni perturba; de la misma forma como al atribulado árbol, continua rebosante y vigoroso, aun así, si es que se ha despedido de una hoja arrancada o de una rama completa.
Hoy, cuantas muertes súbitas, que ya no retuercen la emoción, porque son tantos y la pena no le alcanza al hombre. Pero que tal pena, tan ligera ¡
Millones de posibilidades de plenitud de vida, yacen en cuerpos purulentos entre los escombros, y aquí estamos vigorosos, tan resueltos sonriendo, porque la pena ni el lamento le alcanza a tanta muerte. Y si te toca, y si te conmueve alguna fibra y te liba la sonrisa; no te dura, se esfuma. Sigues siendo espectador, tu sangre no se hincha en desolación, no es lo tuyo. No es alguien que amas como una extensión tuya, quien jamás te dirá: “Que orgullo, ser tu amigo, cuanto te he querido”. Tú vas a despertar y tu mundo de m² continúa impertérrito, porque no eres TÚ, ni a quien amas; quien llora la negación de la despedida, la culpa de no haber dicho lo que se quiso decir. No, no te afecta, no es tu carne, ni la de los tuyos la que se disipa entre muros rotos. Sin embargo crees ingenuo que tal hecho no te toca, y no te llega, pero te aseguro que sí. Ese día, el que tú no esperas, ese día aciago te llega y la lástima deja de existir y te resientes en furia con este mundo que no se inmuta, porque lo tuyo no es nada; porque tu historia ni tu muerte vende algún dinero, porque ya no haces temblar a otro ser humano.
Cuantas muertes sabemos hoy, y no nos pesa, no nos quiebra, no nos afecta. Porque hoy si alguien es arrancado abruptamente de la existencia, ya no nos aflige, en perspectiva.
Somos millones de millones de humanos limo, respirando con sentido o sin él, y si es que alguno fenece como consecuencia natural del movimiento de la naturaleza; no se siente, no altera ni perturba; de la misma forma como al atribulado árbol, continua rebosante y vigoroso, aun así, si es que se ha despedido de una hoja arrancada o de una rama completa.
Hoy, cuantas muertes súbitas, que ya no retuercen la emoción, porque son tantos y la pena no le alcanza al hombre. Pero que tal pena, tan ligera ¡
Millones de posibilidades de plenitud de vida, yacen en cuerpos purulentos entre los escombros, y aquí estamos vigorosos, tan resueltos sonriendo, porque la pena ni el lamento le alcanza a tanta muerte. Y si te toca, y si te conmueve alguna fibra y te liba la sonrisa; no te dura, se esfuma. Sigues siendo espectador, tu sangre no se hincha en desolación, no es lo tuyo. No es alguien que amas como una extensión tuya, quien jamás te dirá: “Que orgullo, ser tu amigo, cuanto te he querido”. Tú vas a despertar y tu mundo de m² continúa impertérrito, porque no eres TÚ, ni a quien amas; quien llora la negación de la despedida, la culpa de no haber dicho lo que se quiso decir. No, no te afecta, no es tu carne, ni la de los tuyos la que se disipa entre muros rotos. Sin embargo crees ingenuo que tal hecho no te toca, y no te llega, pero te aseguro que sí. Ese día, el que tú no esperas, ese día aciago te llega y la lástima deja de existir y te resientes en furia con este mundo que no se inmuta, porque lo tuyo no es nada; porque tu historia ni tu muerte vende algún dinero, porque ya no haces temblar a otro ser humano.