Al otro lado de la Palabra, por Octavio Paz

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Allá, donde los caminos se borran, donde acaba el silencio, invento la desesperación, la mente que me concibe, la mano que me dibuja, el ojo que me descubre. Invento al amigo que me inventa, mi semejante; y a la mujer, mi contrario: torre que corono de banderas, muralla que escalan mis espumas, ciudad devastada que renace lentamente bajo la dominación de mis ojos.

(Fotografía de Julia Noni)
 
Contra el silencio y el bullicio invento la Palabra, libertad que se inventa y me inventa cada día*
 

*Octavio Paz: Libertad bajo palabra, Barcelona, El Comercio, 1993, p.10

Verano ejercicio

3:20 p.m. Edit This 0 Comments »

En mi casa, hay un pez
de peso grave entre las sombras,

ese pez de riendas blancas
traquetea la leche
distorsiona la mesa
cesa el ejercicio
y sale ardiendo
como poseído títere submarino

fulgurar así en el chasqueo
de las otras bestias
partir desnudo
como vacío, como parque
como pie entornillado al desencanto del agua
he esperado furiosamente
aquí tosiendo sombrillas en la orilla
y nadie quiere mojarse
en el vilo de la vena asible
en la tarde visible
bajo aletas,
vaciadas en la arena

Soberano suspiro entre mis cabellos
trayendo muerte, comida, árboles;
burbujas arrojadas en una herida

Fabulario

9:33 a.m. Edit This 0 Comments »

 
(…) Yo soy ya un vaso quebrado, por cuya incurable rajadura, se escapa mi vida.*

*Extracto de uno de los cuentos de juventud de Hermann Hesse en el libro Fabulario. La Muerte del Hermano Antonio (1904).

Era ilegal, pero no era malvado

9:20 a.m. Edit This 0 Comments »
Uno, camina sobre un cable tendido a una altura de 1,368 pies entre las Torres Gemelas; el otro, recorre las avenidas por las madrugadas con planchas y aerosol para dejar rastro modificando las marcas viales de Montreal para la sorpresa de los transeúntes. ¿Qué sueño une a estos dos hombres?. ¿Locura?, ¿Rebeldía? ¿Arte?. Su performance, su rastro; sin duda nos interpela de frente, como una pregunta hacia nosotros mismos, como una bella melodía de una sirena; que inevitablemente nos captura.
Philip Petit a los 24 años, en agosto de 1974, poco después de las 7:15 de la mañana, partió de la torre sur sobre un cable de acero, cruzó ocho veces entre las torres, un cuarto de milla sobre las aceras de Manhattan, además de caminar se sentó sobre el cable, hizo una reverencia y, mientras se encontraba en el cable, habló a una gaviota que volaba sobre su cabeza.
Durante los 45 minutos aproximados de su paseo, él sonreía extasiado, incluso a los policías quienes amenazaban con capturarlo de cualquier manera. Fue arrestado justo al bajar del cable; y la repercusión mediática y admiración del público dio como resultado el retiro de los cargos que se le habían imputado.
Al ser preguntado por el motivo de la acrobacia, Petit diría “Cuando veo tres naranjas, hago malabares; cuando veo dos torres, las cruzo”
 Peter Gibson, comenzó sus aventuras de madrugada alrededor del 2001, con los carriles para bicicletas. Una noche, convencido de que la sed de petróleo estaba detrás de todas las atrocidades del mundo, decide tomar su lata de spray y sus plantillas para llevarlos a la calle.
Peter empezaría a trabajar sobre otros diseños de plantillas,  como tulipanes, tapas de lata, tijeras, en un juego de posibilidades que nadie imaginó para las señales típicas del orden urbano; sus intervenciones urbanas cambiaron el significado no solo de la cultura vial, sino además destapó la controversia sobre la libertad de expresión y el arte en las calles.
Otra noche de aventura de Roadsworth en el otoño del 2004 es detenido junto con una orden para registrar su casa, lo que lo conecta con todos sus anteriores 85 trabajos, convirtiéndose de la noche a la mañana en un delincuente y en una sensación para los medios.
 Uno, domador del vacío; el otro, visionario vial; ambos nos conceden una visión de lo inusitado, de un sueño tan descabellado como inaugurar una ópera en medio de la selva de Iquitos, y la noción de que hasta el lugar más inaccesible pertenece a aquel que tiene el valor de conquistarlo.

Toyota

5:33 p.m. Edit This 0 Comments »
Parece que Papá acaba de traer el auto como es costumbre los domingos a las 4, es difícil explicar la bicicleta que de pronto se echa andar dentro de cada uno de los que nos vamos a subir; bicicletas dentro de un Toyota, para aumentar la insensatez; somos ruedas y nos damos rienda suelta al silencio mientras recorremos el túnel de sonidos; aquí nuestras voces quedan anuladas, acaso porque el lenguaje ya ha sido iniciado por los insectos, somos bastante tolerantes, esperamos que nuestros anfitriones rompan el hielo y nos comuniquen sus dudas y somos baldes aguardando la lluvia.
He pensado que el horror puede danzar entre las mariposas, a través de la caída rosácea del sol, ellas exhalan su último aleteo y las orugas levantan su primer paso al suicidio aéreo. El auto recorre el fundo, ha girado alrededor de la cerca y la tuerca que adentro se cierne, ha disipado su movimiento en preguntas, en atrapar las palabras para detener la insoportable conversación de todos los insectos nocturnos; nadie quiere callarse, todos hablan al mismo tiempo y el lenguaje al que he sido sometido es cruel y es incierto. La luz no me deja hablar, así que nos disponemos a entablillar el auto para estantes, y cenas. Hemos descubierto que el sonido puede repartirse en los anaqueles, sin embargo a su vez, estamos obligados a asistir a la función de estas conversaciones perpetuas. En realidad estamos cambiando; vamos probando el suelo y de nuevo vamos probando el suelo y de nuevo como llantas vamos probando el suelo.

Mi padre ha detenido el auto y nos ha preguntado qué lenguaje tiene esa abeja taciturna que se empeña en hacerse notar, hemos detenido la rueda y descrito su trayectoria, su agitar desesperado nos comunica que hemos llegado tarde, el vals en el bosque ha iniciado sin nosotros, nuestro lenguaje estorba y nuestra lengua ha perdido su redonda forma de hacerse entender.