Mudanza

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Desaparecer, que quiere decir, que no está en ninguna parte. Esta es tu identidad, esta es tu historia.


Acababa de pisar Lima de nuevo, ese tono grisáceo y espectral que tenía la ciudad desde siempre, me había hecho recordarla casi como a los bosques diurnos de neblina en Lublin. Salvador me esperaría con el auto en el aeropuerto, para llevarme a casa. Todo viaje nos cambia, dicen; o tal vez uno emprenda el viaje buscando el cambio y solo sea el recorrido el placebo cognitivo para lo que ya estábamos preparados a creer. Pero este viaje me tomó tres años, y ahora ya lejos de Lublin, de los salones académicos y los espacios suburbanos, no tenía la menor idea de cuál era mi objetivo de retorno; la nostalgia dicen.
Todo hombre que viaja arrastra su territorialidad en el espíritu y en realidad cuando se regresa, la nostalgia sigue allí, instalada como un enorme edificio. Tenía ya más de 10 años viviendo en distintas partes, haciendo de mi patria la mudanza, haciendo de la memoria mi mejor amante. Por tanto y en resumen, tenía ya bien edificada una gran ciudad nueva de nostalgias y nudos volcándose hacia dentro.
-          ¿Cómo estuvo el vuelo Iris?
-          Pues volé cual ave en migración, semidormida, semidespierta, muy cómoda en realidad.
-          Ah vaya jaja fue bueno entonces.
-          Sí, espero llegar y encontrar a todos en casa, comer y dormir por lo menos siete horas.
-          Todos están en casa, y de la comida ni te cuento. Por cierto ha venido una amiga de tu tía Marina, dicen que es vidente, cosa rara, es evangélica y usa un velo que le llega casi hasta las pantorrillas, pero habla muy libremente.
-          ¿Están pensando hacer otra vez algún tipo de ritual en casa?
-          No lo sé, solo las he visto conversar y les ha tocado el rostro a cada una de tus tías, que se traen no sé.
-          Jajaja parece que te asusta, Salvador.
-          No, no me asusta; es solo extrañeza. Nunca he entendido esas prácticas esotéricas.
-          Los católicos dicen que hay que tener fe para acceder a la revelación, en el caso de los rituales esotéricos se utiliza el mismo principio, hay que creer para acceder a la concesión o deseo que se le pide a la divinidad.
-          No, yo no creo. No tengo interés en acceder a ninguna de esas prácticas.
-          ¿Alguna vez no has oído del genio de la lámpara mágica? ¿De niño no soñaste con pedirle tres deseos al genio de la botella?
-          No, no lo recuerdo. Yo de niño soñaba con ser paleontólogo y mis dioses eran los dinosaurios, por eso cuando la película de Spielberg se estrenó, quedé alucinado.
-          Oh ya, entonces podríamos pedirle un deseo al Tiranosaurio Rex de tu inconsciente.
-          Jajaja tal vez.
 
Lo que voy a contarles es muy difícil de entender para mí. Hoy desperté después de una sesión espiritual que se hizo en casa con una digamos “maga” prefiero llamarla de ese modo y no bruja o hechicera. Mi familia organizó una mesa por la noche donde se leyeron las cartas casi a la madrugada, realizaron algunos rituales entre cintos de colores, perfumes, hierbas y velas. La coca, el aguardiente y el cigarro Inca fueron lo mejor de la experiencia, no era mi primera vez, pero era la sesión más colorida y diversa de todas, sin duda.
Hacia las tres de la mañana la maga me pidió el cigarro que estaba fumando con cuidado, porque para los no iniciados en estas prácticas, deben saber que el cigarro de una mesa de ritual se usa como un signo interpretativo, así que se debe tratar de conservar intacto el cuerpo de la ceniza del cigarro sin que caiga de él. Las formas y estructuras que queda luego del fuego, deja el signo. La maga me miró de un lado a otro, me revisó el rostro y me dijo que veía una fuerza oscura sobre mí. El cigarro tenía una clara cruz, a la que ella puso gran atención, lo cual me causó gracia ya que no soy católica practicante. Entre charlas sobre la familia, el destino y el futuro, accedí a hacerme una limpia particularmente especial, particularmente hermosa.
Hacia las cuatro de la mañana luego del baño de flores y hierbas, tenía yo que ser envuelta en una tela enorme y blanca, para ser amarrada entre hierbas y pétalos de flores aromáticas. Ustedes se imaginarán que entre el aguardiente, el cigarro y las flores, empecé a sentirme un egipcio a punto de ser embalsamado hacia la eternidad. Ya recostada sobre mi cama sobre la tela de mi momificación entre pétalos, la maga procedió a envolverme una y otra vez, dejando caer sobre mí, rosas que iba deshaciendo entre sus manos. Ella entre rezos, pedía por mí, por el tiempo de mi alma, yo recé con ella mentalmente, tal vez también quería acceder a algún tipo de revelación. Mi corazón era triste dijo ella horas antes, dijo además, que mi suerte estaba regida y maniatada por esa energía negativa. Mientras la maga terminaba su rezo, pensé en Dios y en las divinidades del mundo antiguo, pensé que no éramos más que hijos tratando de retornar hacia el origen. Antes de hacer el nudo de la manta, puso una rosa a la altura de mi corazón. Sé que la maga es evangélica y no conoce de los egipcios, pero los egipcios pensaban que el corazón era el centro de la inteligencia, y la parte mágica del cuerpo.
No recuerdo si me dormí inmediatamente o si no dormí en realidad, pero luego de un lapso corto recuerdo despertar otra vez en el mismo ambiente grisáceo de la mañana anterior al llegar a Lima. El cuarto estaba teñido entre azules y grises opacos de alborada; intuí que era muy temprano, entonces traté de hallar la sensibilidad de mis extremidades aun recordando el ritual del manto blanco de la noche anterior; todo parecía confuso, y al incorporarme  lo descubrí; observé un espectro plomizo y canoso, sentado al borde de mi cama, parecía estar a tono con el escenario de la mañana y los reflejos azules de la ventana y las cortinas blancas; la manta estaba deshecha y yo había superado la vigilia. Él dio vuelta casi al mismo tiempo del que yo me hube incorporado, y nos miramos, casi tratando de reconocernos, de comprender que hacía uno con el otro allí en esa habitación. Sus ojos de iris negro, estaban rodeados de un caldo rojizo que parecía fluir como el agua, no eran lágrimas; su gesto lleno de dureza y de rabia contenida parecía estar a punto de estallar en violencia, en un asalto inevitable hacia mí, mientras yo no podía salir de mi asombro. Este ser casi tan enorme como un humano, respiraba agitado, yo iba advirtiendo su animalidad de mamífero y primate, era un gran gorila ya viejo, que lucía canas en todo su cuerpo, casi blanco e hipotónico como un anciano. Esta escena duró unos minutos, tal vez más, y parecía haberse convertido de un momento a otro en una batalla imperceptible de miradas, de  fuerzas ocultas sujetas a la interpelación de nuestros ojos. El aroma de las rosas alrededor mío, hizo su aparición y supe que había perdido esta batalla, y al siguiente segundo, este ser dio un salto hacia la ventana a lado de mi cama. Casi con temor y con las manos temblando me asomé hacia la ventana. Este ser ya anciano, se perdía entre los edificios de la ciudad que amanecía, iba saltando entre cornisas y ventanas hasta perderse en la neblina de la mañana.

Tromba de Agosto, Jorge Pimentel

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No sé adónde voy, no sé qué hago aquí.
Alzo la vista y siempre el mismo personaje
pidiendo, suplicando de rodillas, de codos,
que orden:
córtenle el agua, córtenle la luz.
Jódanlo sin matarlo, sin cansarlo, cánsenlo.
Reviéntenlo sin reventarlo, sin ahogarlo ahóguenlo.
Que sufra sin matarlo, sin destruirlo, destrúyanlo.
Y me es imposible y me es imposible y me es tan imposible,
imposibilitadamente compañeros, que de un tiempo a esta parte
me parte que me rota,
me trota que me parte,
me troza que me rota.
Y no lo ven ni por asomo
cuyes, triciclos, perros, alcachofas, jabones, detergentes,
pernos, llantas, aceites, huevos, legumbres, papas, sal,
pantalones, zapatos, caiguas, tomates, lapiceros, frazadas,
por los que vengo pagando desde que sé lo que es el sol,
desde que me sé desocupado y sin empleo.
De codos, con el ceño fruncido, con sueño, cansado,
con los pies que me duelen,
con el cerebro que me estalla en mil pedazos.
Como, porque si no como patéenlo.
Acaricio, porque si no beso fusílenlo.
Te quiero, porque si no te amo mátenlo.