Juego de damas

10:27 p.m. Edit This 0 Comments »
Míranos al final de la batalla, míranos bien; estamos desnudos y como sabía, la crisis ha guardado en su repisa su excedente cola de dinosaurio hambriento y ahora la pobreza nos sonríe implacable e impasible; pero el agua es tibia, nadie ha de vandalizar este despellejamiento solitario. Por un lado nos desmembramos, por otro lado somos un gran pastel partido para los demás. Ajenos, ausentes entre las horas, somos arrojados a la calle; y allá donde tú envejeces, yo alcanzo mi juventud y allá en frente, mi juventud me alcanza envejecida.

Quiénes éramos entonces. Dos soldados después de la guerra. Yo había sido arrasada y tú habías sido vencido. Pactos después, refundamos la tierra. Pero nada se refunda, todo tiene en el borde su retorno. Somos péndulos de carne jugando a las escondidas.

Es medianoche, ya no resuenan las bombas. Se ha extinguido el terrorismo. Ya nadie secuestra a mi padre en su trayecto en la selva; y la fragmentación del cemento ha venido a partirnos la cara y tu boca solo alcanza a decir: que éramos de carne, albóndigas de algún cliente. Pero estoy aquí, deshilachando cada uno de tus muslos en el recuerdo. Yo que me aniquilo intentando dejar tus huesos, como la carroña de nuestra morada; pero aquellos residuos de basura acumulada en mi puerta, tendrían que haber sido barridos por un gran soplo de muerte en un gran juego de damas.  Estamos entre casilleros negros y blancos, y ahora vienes tú a hacerme preguntas; y yo, tu dama de negro solo te desplazo, como aquel disfraz que danza en la noche y nos acuesta vencidos en su regazo.