Patheltown
10:46 a.m. Edit This 0 Comments »
Amanece en Patheltown, el brillo
azul se levanta como una cortina y da paso al tenue amarillo, se irán pudriendo
los colores a lo largo de este sitio.
¿Estás sentado cierto? ¿Cómo prefiere
leer alguien en la mañana?, mientras el pasillo de la casa murmura el paso de
nuestros cohabitantes, el alcaide de tu voz ya ha llamado a alguien, ya emitió
su primera cita. Nuestra voz y nuestros ojos, son más ávidos por la mañana,
claman su derecho a insertarse en el tiempo, y hoy es tiempo de qué, es tiempo
de que un hombre –si es que hombre, es- nos cuente su secreto. Para leer esta historia, hay que
estar de pie; o más exactamente hay que tener el alma de pie. Sí, daremos un
paseo, nadie tiene por qué seguir sentado y aburrido en este paradigma de una
silla.
I
Yo viví en los tiempos de Isco,
Isco era un joven viciado y podrido. Un lunes tocó a mi puerta con un mapa
enrollado bajo el brazo, me dijo que teníamos que viajar pronto, que nuestro
verano y aquel lunes podían terminar en cualquier momento y absorbernos en su
soberana inercia.
En su momento yo lo creía un
compañero algo extraño, pero no dañado como descubriría que lo estaba. Tomé lo
primero que encontré en mi habitación, que fueron unas zapatillas, un gorro, y
una mochila con libros y un reloj; asumí que Isco quería una aventura en el
fundo de su abuelo, nos habíamos pasado hablando el verano anterior sobre eso,
y claro él siempre tomaría la decisión una mañana cualquiera y yo solo era su
satélite, su testigo ocular continuo.
Entonces amigos, imagínense a
este chiquillo siguiendo a un freak que gustaba hablar de Dylan y Bukowski, y
como este último; siempre llevaba trago cerca. Nos adentramos en el fundo de su
abuelo –realmente nunca entendí por qué Isco cargaba el mapa- y la idea era buscar
una cabaña en lo alto de una colina que quedaba a 4 kilómetros de la casona del
abuelo.
Mi padre, antes de irse a esa estúpida guerra, me dejó un mapa –tenía 8
años- nunca había entendido un mapa y no entendí del todo por qué él deseaba
dejarme ese papel arrugado con imágenes y líneas. Una noche que la imbécil de
mi novia me dejó caliente, con el pantalón abajo; agarré una botella de vodka
de mi madre y le di curso, empecé a hurgar en mis cosas por puro juego y hallé
el mapa de nuevo, lo empecé a estudiar mientras tomaba y me fumaba un porro, y
entonces tuve la revelación de mi vida, tenía que recorrer los campos del fundo
de mi abuelo, él siempre nos había dicho que ni él mismo conocía todos los
espacios de las extensas hectáreas que poseía. Además el abuelo era un
conchadesumadre, me daba dinero para la fiesta, y si estaba muy drogado siempre
podía ir a su casa para la bajado, así mi madre no me gritaría la perra vida.
Tal vez ustedes no lo entiendan, pero a veces necesitas cortar la
yugular del animal, para ver en sus ojos su deseo intenso de vivir. Yo quería
eso, cortarme la yugular o envenenarme; como con el trago. El trago de los
kiitues* era la cosa más horrible que podía uno probar, pero luego ya de
varios, me sentía un dios, recorría todas mis vidas en una sola línea de
conversación –si es que a ese balbucear con borrachos se le puede llamar,
conversar- el tiempo era una buena broma y todos los perros que estábamos ahí éramos
felices, felices de mierda tambaleándonos cada noche como una comuna de
oráculos, nosotros no teníamos futuro, por lo mismo vivíamos mejor que tú, o
no? Un día tomé un cuchillo y se lo clavé en la mano al borracho más horrible
que vi en mi vida, lo hice por diversión y porque quería saber que se sentía.
Descubrí que no era divertido, era mejor hacérmelo a mí mismo.
Cuando llegamos a la primera
cabaña, tiré la mochila y le dije a Isco que ya habíamos llegado y que podíamos
comer un par de naranjas que había ido recolectando en el camino. Se volteó
para mirarme y me lanzó al piso con una cachetada. Perplejo, mudo; solo
atiné a mirarlo con desconcierto. Abrió mi mochila, sacó una naranja y con su
cuchillo empezó a pelarlo y a comer, me dijo luego que no podía ser esa choza
la cabaña que estábamos buscando, que él buscaba la que estaba encima de una
colina. Caí en cuenta que en ese inmenso sitio, habrían varias chocitas de ese
tipo, pero que una cabaña claro debía ser diferente. Empecé a sentir temor de
Isco, llevaba siempre un cuchillo en el bolsillo y tenía las reacciones más
inesperadas.
¿Nos alcanzaría un lunes para
llegar? Comencé a darme cuenta que Isco no tenía idea de las dimensiones o los
caminos del fundo, le pregunté varias veces por el mapa y que debíamos usarlo,
y él solo me miraba y me decía: Cállate y sígueme. Sería la última vez que
vería a Isco, y no lo sabía.
Pasamos la noche en una de las
chozas derruidas, Isco casi no durmió y se la pasó escribiendo en un cuaderno,
yo pensaba que él era una clase de escritor o que quería serlo y que tal vez
por eso era así de destructivo.
El perro de Paul, que me ha seguido hasta aquí, cree que lo voy a
acuchillar en cualquier momento, no me conoce bien, pero me ha seguido; él es
de esa clase de personas que obedecen siempre, o tal vez es más sabio, quiere
algo de adrenalina y en esa familia de mierda donde vive, eso no existe.
Cuando llegue a la cabaña de mi padre, decidiré qué hacer con el resto
de mi verano; sé que mi padre fue un maricón en la guerra y se hizo matar
rápido, pero siempre me gustaron sus libros y las postales que guardaba, mi abuelo
me dijo que él guardaba cosas en la cabaña, así que aquí estoy bajo la luna,
cagándome de frio; porque aquí hay más humedad, que fuera del fundo.
Calculo que mañana llegaremos a la colina, y Paul dejará de mirarme
como un perro aterrorizado y también encontrará algo mejor que contar cuando
regresemos a la escuela. Sé que él no lo ha notado, pero el corte que me hice
antes de venir, me está jodiendo más que las otras veces, creo que me corté más
hondo, pero yo no soy marica, no me tatúo como los imbéciles del barrio, una
cicatriz es más alucinante.
Cuando desperté él seguía echado,
no entendía como alguien puede dormir tan relajadamente aun con las moscas
pegadas al cuerpo, además eso daba mucho asco. Me levanté y fui a orinar, luego
me pelé una naranja, tenía miedo de acercarme a él y que me diera otro lapo o
sacara su cuchillo, así que solo le hablé fuerte, diciéndole que era hora de
seguir.
Sé que ustedes no lo entienden
pero fui tan idiota que pensé que él estaba esperando en silencio para darme
una emboscada y lanzarme al piso, en ese momento estuve casi convencido de que
iba a matarme, me acerqué –por qué lo hice cierto? si iba a matarme- y lo vi
con los ojos abiertos, con sangre saliendo del costado de su pecho, me horroricé
y me quedé mudo, se había matado? O alguien estaba jugando con nosotros y también
me iban a matar a mí. Entré en pánico, ha pasado un año y sigo sintiendo
pánico. Si un tipo como Isco con más valor que yo, se mataba; ¿qué me quedaba a
mí? Mi padre me dijo: Ese chiquillo no valía nada, estaba podrido; pero mi
padre está más podrido que él, se acuesta con su asistente y la acaba de
embarazar y cree que no lo sé. Hay cobardías cotidianas -suena Monkey gone to heaven en la radio- y sí, mi padre es un marica, y mi madre está por debajo del suelo, y yo, yo en qué ando, no se los diré, esta es una carta para salir corriendo.
*Antro donde todo es permitido, y donde se encuentra el trago más
barato –es decir veneno-